Cosas

A veces pasa. No salen las palabras. Quizá es que salen sin orden. Se agolpan un montón de ideas incapaces de encontrar su canal. Cuando me enfrento sin éxito al folio en blanco, me acuerdo siempre del poema XX. Detrás del tema amoroso, el poeta quiere dejar clara su facilidad para versar. Puede escribir sobre cualquier cosa. Hoy tocó el desamor. No todos nacimos nerudas.

Me pondría a escribir sobre Rayuela, la primera obra hispanoamericana que leí completa. No hace mucho. La había cogido con cierto respeto y la terminé con pena por tener que distanciarme de la Maga, de Oliveira, de París. Incluso de Buenos Aires. Podría hablar de su grandeza literaria, o de todos los simbolismos que hay detrás. O del lenguaje con el que Cortázar baila. Pero sobre eso ya hay mucho escrito. Seguro que me quedaría corta. Podría derivar el texto hacia los sentimientos que me despertó. O hacia las frases que tengo subrayadas, que reviso con frecuencia. Podría explayarme con motivo del capítulo siete. O del noventa. Podría contar la historia de por qué la empecé a leer, o los recuerdos que construí en los meses que estuve leyéndola.

Entonces se me ocurre que sería mejor hablar sobre la relación con los libros. De por qué escoges uno y no otro. O si tal vez son ellos los que te escogen a ti. De si hay algo mágico cuando lees uno en el momento más oportuno, de cómo el autor habla de ti o, quizá, dialoga contigo. Podría repasar aquellos que me marcaron más. O los que he releído varias veces y cada vez me han sugerido cosas distintas. De mis libros de cabecera, aquellos a los que siempre vuelves porque te hacen sentir en casa. Como si el escritor hubiera creado un mundo hecho a medida para ti. En ocasiones para evadirte del tuyo propio. Otras, para hacerte más consciente de tu realidad.

Me pregunto si tal vez sería más bonito hablar de las relaciones humanas. Del amor, de la familia, de la amistad. El hombre es un ser social. La soledad es una condición humana. Entre estas dos máximas se columpia la trayectoria vital de cualquiera. Épocas, ciclos, etapas. Todos somos muy dependientes y muy independientes al mismo tiempo. El equilibrio permanente como quimera establecida por todos. Aprender a no ceder a los impulsos entre un extremo y otro, a mesurar los arranques de sociabilidad tanto como los de aislamiento. En el punto medio está la virtud. O igual no. Igual están bien esos ciclos. Igual son necesarios. No hay nada más aburrido que un camino recto, sin altibajos ni curvas, sin piedras.

«Todo está resguardado bajo la frivolidad y el ruido; el silencio y el sentimiento; la emoción y el miedo; los demacrados e inconstantes destellos de belleza; la decadencia, la desgracia y el hombre miserable». Ese es el resumen. ¿De qué? De todo. De los lazos entre unos y otros. Los de verdad y los impuestos. De ti, de mí. De este texto. Jep Gambardella acertando de pleno en la definición de vida.

Y si no sabes quién es Jep, podría decirte que me sabe mal que se te haya pasado por alto una de las mejores películas de los últimos años. Pero la verdad es que me alegro: al final, saqué algo de provecho de este desvarío.

4 comentarios en “Cosas

  1. Pedro Jiménez Prieto dice:

    En la milicia se distinguía entre el orden cerrado (marcando el paso, al redoble del tambor) y el orden abierto (desplegándose, pegándose al terreno); con los libros pasa algo parecido, entre ir a tiro hecho a por el libro recomendado (descatalogado, no está en la biblioteca pública) y el callejear (flaneur) por los estantes, por si se ve algo interesante (donde menos se piensa, salta la liebre), algún tesoro escondido, allí olvidado. Los dos extremos son buenos: de amigo en amigo se llega a los antípodas; y desde luego existen las coincidencias (serendipity).

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  2. . dice:

    Canciones infantiles
    Hello mouse give me a kiss…
    Dibujos infantiles
    One little two little three little dinousaurs…
    Juegos infantiles
    Where is…
    Red social
    Instagram solo tiempo a click «me gusta»
    Palabra más escuchada
    «mamaaaaá»
    Lectura de antes de dormir
    Mi bebe y yo…
    Y tu blog
    Sólo gracias, estoy enganchada, me encanta sentirme «adulta» por unos minutos, espero tanto al siguiente escrito que intento olvidarme durante un tiempo para leer dos seguidos
    GRACIAS

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